Tan solo una hora y media de ferry y desembarco en Tanger Med, con el pasaporte sellado, ya que en el propio barco, un amable caballero me estampa el sello de entrada, me subo a la moto, la cual pesa mucho y salgo el primero, las motos siempre van primero, en los puestos fronterizos realizo el trámite de entrada de la moto, el cual es gratuito y bastante sencillo, tan solo tengo que rellenar un papel y enseñarles los papeles de la moto, los seguros de España cubren gran parte de Europa y también Marruecos, tan solo hay que llevar la carta verde encima.
Una vez dentro conduzco hacia el sur, hasta Chefchouen donde he quedado con unos amigos que casualmente han venido a pasar unos días en su furgoneta por el puente de Diciembre, Chefchouen, como la mayoría de pueblos turísticos es bonito, tiene encanto, sus calles azules han sido fotografiadas hasta la saciedad, pero está demasiado acostumbrado al turismo, lo cual le hace, en mi opinión, perder bastante encanto, el siguiente destino es la ciudad de Fez, allí, tras un paseo, llegamos hasta las míticas curtidurías de piel, le pasa algo parecido que al caso anterior, demasiado turista, demasiado buscavidas, saben de sobra que somos ricos y te ven como un monedero andante al que sacar unas pocas monedas…
Esa noche acampamos, es una noche fría, a las 10 de la noche el termómetro marca 5 grados, monto mi tienda de campaña de la mejor manera para conservar el calor y aun así paso algo de fr
ío, a la mañana siguiente el termómetro marca que había bajado a 5 bajo cero, ya sé dónde está el límite de mi equipo de acampada. En África también hace frío.
Despido a mis amigos y comienzo en solitario, los primeros días han sido un golpe de realidad, sobre el papel y en el sofá de casa, todo se ve mucho más fácil, no había sentido miedo en ningún momento por el viaje, estaba tan obsesionado con hacerlo y con salir, que no me había planteado muchas cosas, una vez estoy aquí siento una bofetada de realidad, me doy cuenta de dónde estoy y de que esto va enserio, la teoría se ha terminado, ahora comienza la práctica, me vuelvo consciente de todo de lo que dejo atrás, y de lo que me viene por delante, se me cruzan muchos pensamientos en la cabeza y siento algo de presión, no sé cuando volveré, no tengo un objetivo ni un tiempo determinado como en la mayoría de viajes, no tengo un final establecido; de primeras este pensamiento me abruma un poco, según van pasando los días me voy haciendo consciente y todo vuelve a la normalidad, lo que hace unas semanas era tan fácil como decir que iba a atravesar Marruecos, Mauritania y Senegal, unos kilómetros por aquí, un par de fronteras acá y un desierto por allá, ahora se convierte en muchas horas de moto, en muchos kilómetros, en muchas personas, en frio y en calor, en encontrar gasolinera, en elegir que camino coger, donde dormir y que sitios visitar, se vuelve bastante más intenso mientras se vive.
Tras un día entero por las reviradas carreteras del famoso Atlas, subo hasta los 3000 metros, ya estaba avisado de que iba a hacer frío, pero no sabía que tanto, por fortuna tengo una buena equipación que me permite pasar horas en la moto sin mucho sufrimiento, las manos son mi punto débil, se me entumecen los dedos y cada hora hago una parada de unos minutillos para que circule la sangre, los paisajes son espectaculares, voy cogiendo las carreteras más alejadas posibles y aun así veo restos de turismo, por la época en la que estoy es temporada baja, no he visto aun turistas por aquí, pero veo varios pueblos con hoteles, albergues y restaurantes que se delatan a sí mismos con atractivo turístico.
Tras un largo día de moto y a orillas de Merzouga decido acampar por mi cuenta, la noche se me echara pronto encima, me gusta montar el campamento con algo de luz, me salgo de la carretera para buscar un lugar alejado y discreto, piso por primera vez arena del desierto y me doy cuenta de lo muchísimo que pesa la moto, es muy difícil mantenerla erguida y en tan solo 5 minutos se me cae 2 veces al suelo, ya ha oscurecido y no me queda más remedio que plantar la tienda aquí, el lugar es espectacular, en el mismo desierto, por lo que decido relajarme y disfrutar.
Me cocino algo en el hornillo, cuando termino de cenar es noche cerrada, apago la luz y me doy cuenta del manto de estrellas que me cubre, la cantidad de estrellas que se ve es espectacular, creo que nunca había visto semejante densidad, se ven desde el mismo horizonte, es un privilegio ser testigo de un cielo así y más aun acompañado de mi moto.
Escribo esto desde dentro de la tienda mientras oigo unos ruidos fuera que parecen camellos o dromedarios, nunca he sabido distinguirlos, los he visto antes merodeando por aquí, es mi primera noche en el desierto y siento algo de inquietud, por la noche, tras el cansancio de un día entero conduciendo, y al perder nuestro sentido más valioso que es la vista, las sombras de los arboles parecen personas, los ratoncillos suenan como serpientes y los aullidos de los perros parecen lobos, una vez que sale el sol y tras unas buenas horas de sueño todo se vuelve a ver con claridad .
Gracias a las pelis, todos sabemos que en el desierto por las noches baja mucho la temperatura y me preparo para ello, efectivamente la noche ha sido fría, me acuesto con 15 grados y me despierto con dos, recojo mis bártulos y me acerco a la famosa gran duna, es bonita, de un color entre dorado y rojizo que destaca en mitad del desierto, cuando llego al pueblo respiro de nuevo el ambiente turístico que tan poco me gusta, es muy difícil conocer el sitio cuando el trato con la gente no es sincero ni desinteresado, tu no les interesas, solo tu dinero, no he venido a buscar esto, y me da algo de rabia, este tipo de lugares suelen ser impresionantes, pero con el tiempo están condenados a convertirse en un circo, personalmente me sacan del encanto rápidamente, doy un paseo por la gran duna, esquivando a los vendedores de paseos en camello, tampoco he venido buscando esto, se empieza a levantar aire y con éste la arena, la cual empieza a flotar en el ambiente, oliéndome lo que se avecina cojo mi moto y pongo rumbo al oeste, atravieso largos desiertos donde sopla el aire lateralmente con mucha fuerza, los que montéis en moto sabréis lo incómodo que es esto, me topo con mis primeras tormentas de arena, no son muy grandes, pero lo suficiente como para darme un par de buenas sacudidas y hacerme una ligera idea de lo fea que se puede llegar a poner la cosa. Por las fechas que son, es temporada de Harmattan.
Al principio el desolado desierto tiene mucho encanto, tras varias horas se vuelve un poco monótono, a última hora empieza a chispear, no sé si será muy normal por estos lares, pero decido dormir en una pensión, cama y ducha caliente comunitaria es todo lo que ofrecen, a la mañana siguiente compruebo que lo de ducha caliente era un poco relativo, unos 60 segundos es todo lo que suelta, termino la ducha con agua fría, hace unos 10 grados fuera, y por unas cosas o por otras el frío me persigue.
A la mañana siguiente tomo un camino muy alejado, es un acierto absoluto, la carretera se intercala con trozos de pista, el paisaje es espectacular, de lejos se ve nieve en las montañas, es una pequeña carretera que va desde Tinerhir hasta Agdz, no veo ni un solo albergue durante horas, tampoco carteles en francés, es buena señal, por primera vez siento que estoy saboreando una pizca del Marruecos auténtico, la gente no me pide dinero, ni me intenta vender nada, simplemente me saludan con curiosidad, intercambiamos sonrisas y me dejan marchar libremente, me ha costado bastante encontrar esto, sabía que marruecos era turístico, y por lo que veo hay que meterse por pistas de tierra alejadas para encontrar algo de autenticidad, me empiezo a hacer al peso de la moto, las ruedas van muy bien, en carretera agarran mucho, por pista van perfectas, tan solo me falta probarlas con el asfalto húmedo.
Una cosa que me llama la atención es que en este país parece haber gente de todos lados, te metes por cualquier caminito que parece que no vaya a llevar a ningún lado y siempre aparece gente, monto mi tienda con los últimos rayos de sol, estoy a 2000 metros, el termómetro marca 5 grados a las 5 de la tarde.. por lo que esta noche va a ser fría, mucho seguramente, y es que en África también hace frío, mientras escribo esto desde mi tienda, escucho a lo lejos el eco de la última llamada a la oración de algún pueblo de las montañas, la que coincide con la caída del sol, lo tomaré como señal para irme a dormir.
Lo que parecía una lugar perfecto para acampar, no resulta serlo tanto, confiado de que no soplaba ni pizca de viento, no le pongo las piquetas a la tienda, craso error, al poco de entrar se pone a soplar un viento endiablado, me doy cuenta entonces que estoy en lo alto de una montaña sin protección a los lados, sopla tan fuerte que la tienda se comprime y no soy capaz de pegar ojo en toda la noche. Mañana será otro día.